Carta de Francisco Ayala a Ricardo Gullón (01/08/1963)
Madrid, 1 de agosto de 1963
Mi querido Ricardo: Menos afortunado que tú, yo padezco el
calor sin el consuelo que proporcionan siempre los grandes clásicos. Del que tú
estás ya leyendo ha llegado a mis manos ayer, via aérea, un primer ejemplar de
[sic] nuevo librito titulado El as de
Bastos, que a su debido tiempo encontrarás esperándote en Texas. Como la
editorial Sur, que lo edita, gusta de pagar a sus autores en especie, quizás
por desprecio al vil metal, creo que puedo dar orden de remitir ejemplares con
alguna más latitud que suele; y te agradeceré que me digas, mediante breve
lista, qué personas crees dignas de recibir –en toda la extensión del planeta–
el obsequio de un ejemplar de tan escandaloso libro, es decir, gente que no
vaya a tirarlo, asqueada, o a quemarlo, indignada.
Lo que me dices del marasmo producido ahí por la ausencia de
Jorge, no deja de preocuparme. ¿No se ha conseguido, entonces, poner La Torre bajo control más directo de
Benítez y en manos de Bruni? Sería una verdadera pena que tan prestigiosa
revista decayera mediante el habitual proceso de deterioro interno y aparición
intermitente y retrasada. Va a mandarte –a tí, por consejo mio– el amigo
Marra-López, en calidad de colaboración para la susodicha publicación, un trozo
censurado de su libro que trata del antoclericalismo [sic] de Barea. Te ruego que
mires por ello, y también que preguntes a Eugenio cuando va a publicar el
artículo que sobre mis novelas, a propósito de El fondo del vaso, pidió Enjuto a Ignacio Soldevila, y éste
remitió. Convendría que, antes de abandonar esa bendita tierra, dejaras a salvo
nuestra pobre revista. Y dime de todas maneras, si Brunhilda sigue ahí, y en
qué condiciones, o si en definitiva se retiró para consagrarse de lleno a las
laboras [sic] propias de su sexo.
También, cuando vuelvas a escribirme –como espero harás sin
demora– me digas cómo va la cuestión universitaria. Respecto de ciertos
personajes, no podrá Benitez decirme que no le avisé: Rey don Sancho, rey don
Sancho / no digas que no te aviso...
Mis noticias, que esperas, pero que son más bien insípidas,
se reducen a informarte de que fuimos a Lisboa, recogimos a Nina, seguimos
hasta Santiago, Astorga, León, Zamora, Salamanca, Mérida, Sevilla, Córdoba,
Granada y Madrid, y aquí estamos ahora haciendo los pequeños arreglos a que nos
obliga la ingrata y penosa condición de propietarios, y dispuestos a pasarnos
aquí el resto de las vacaciones, puesto que nos hemos quedado sin chavo. Veré
si la calor me permite escribir un sesudo ensayo sobre la función de la
literatura hoy y hace 40 años (tema absurdo que la Revista de Occidente me propone para un número con que piensan
conmemorar la fecha de su aparición... hace 40 años, a [sic] sea ocho lustros,
cuatro decenios, o un cuatro [sic] de siglo y quince años.
Entre tanto, la vida literaria está muerta, o a punto de
morir. Ayer fui a la última soirée o sarao de Ínsula, que sin Aurorita no brilla, aunque había otros elementos
femeninos de filiación desconocida pero anyway bastante competentes. Empieza
agosto, y aun el más indigente plumífero se desplaza, aunque más no sea a San
Rafael, que también lo era, al menos en cuanto a las alas; y a mí no me quedará
más recurso que la amable horchatería y la lectura del ABC, que tanto ilustra.
De Enjuto tuve una postal, fecha 29 del pasado, desde
Santiago, nada informativa, pero de cuyo solo ser ya se desprende que
abandonaron Luarca y, dejándose allí, supongo, el lastre de la mother-in-law,
excursionan por la península. Según noticias oficiosas e indirectas, supe que
los rotativos de Luarca echaron el resto en elogio de la pareja ilustre de
hijos, natural ella y él in-law, de la ilustre villa. Ignoro cuales serán sus
planes de veraneo, pero espero que éste termine antes de nuestra partida rumbo
al nuevo mundo y la gran urbe, de modo que volvamos a encontrarnos aquí.
Y me parece que eso es todo lo que puedo contarte. Releo la
carta, pues yo también, como otros sabios, gusto de releer, y veo que está
escrita con incoherencia, insuficiencia, y quizás mala ortografía. Achácalo a
la temperatura ambiente y, con tu habitual generosidad, perdona sus muchas
faltas. Abrazos
de Ayala y familia