Carta de Ricardo Gullón a Francisco Ayala (03/04/1965)
3 de abril de 1965
Querido Paco:
Esta vez he tardado en escribirte, porque pasé el mes de
marzo un tanto fastidiado, con una porción de cosas intestinales, que acabaron
llevándome al hospital y a padecer una pequeña intervención quirúrgica. Ya
estoy otra vez yéndo a la Universidad y haciendo vida normal, o casi. Se me ha
acumulado un montón de cartas, pero es la tuya la primera que cojo para
contestar, pues además de ella he ido recibiendo en los últimos días los nuevos
frutos madurados en el frondoso árbol de tu cacumen.
Va sin decir, como decía don Manuel Machado en sus
juventudes, que El rapto y las
historietas que publicaste en Papeles
han sido el mejor lenitivo para mis dolores, pues me reí leyéndolas más de lo
que puedes figurarte. Tengo idea de que había leído ya las páginas que sirven
de prólogo a El rapto, pero en todo
caso quizá el mayor acierto de la novelita consiste en cómo armonizan y
explican indirectamente el cuerpo del relato. Pocas veces has mostrado con más
precisión tus dotes de observador de la realidad, escogiendo con instinto muy
seguro los detalles significativos.
La noticia de la muerte del pobre Salazar Chapela me
impresionó muchísimo. Aunque hace años, sin motivo alguno, por pura pereza,
habíamos dejado de escribirnos, tuve con él larga relación epistolar, culminada
en las semanas que pasé en Londres en 1956. Era un tipo estupendo, de los más
simpáticos y graciosos que he conocido; generoso, además, como pobre. Esos
jóvenes cabreados que escriben en España novelones aburridísimos, jamás han
llegado ni a la cuarta parte de lo que logró nuestro amigo en Perico en Londres y Desnudo en Piccadilly. No he podido escribir el artículo que se
merece, pues mi estado de ánimo en estas semanas no ha sido el más propicio.
Todo lo que he conseguido es poner en limpio unos fragmentos
de algo que escribí hace dos años para uno de los capítulos que al fin no
cupieron en el libraco unamuniano y dictar parte de uno de los capítulos del
libro sobre técnicas de la novela de que te hablé hace años. A veces pienso si
esta alergia que se me está desarrollando no es parcialmente debida a que lo
mejor de mí mismo lo pongo en las clases y en el trabajo con los estudiantes.
Empiezo a sospechar que puede haber algo de eso. Después de haber explicado un
libro, con minuciosidad y paciencia, varias veces, cuando me pongo a escribir
sobre él todo tiene el aspecto del dejà
vu. Voy a tratar de romper ese embrujo y de romperlo con Tirano Banderas.
No he vuelto a ver a Montesinos, pero un amigo común que
estuvo con él la semana me dice que sigue quejándose, y el hecho de que Nora no
pueda separarse de él me hace temer que esta vez las aprehensiones del viejo
amigo tengan más fundamento del que quisieramos.
He leido aproximadamente la mitad del libro de Ellis y me
parece un trabajo excelente. En cuanto lo termine, le pondré unas líneas.
La danza académica no para. A mí me ofrecieron un puesto
perma- [sigue en el reverso, a mano] nente en Santa Barbara, y aquí me han
insistido hasta extremos que me abruman, pero no aceptaré. Creo que N.Y. es
casi lo único que me interesa, y eso para estar al lado de los amigos como tú,
como Manolo y como Ernesto. Lo de Paco García Lorca no me ha sorprendido tanto
como a tí, pues alguien me indicó hace tiempo que podría ocurrir algo por el
estilo. Supongo que se habrá llevado un disgusto y me da pena.
Recuerdos a Nina y un abrazo muy fuerte de