Carta de Francisco Ayala a Camilo José Cela (18/08/1961)
Nueva York, 18 de agosto de 1961
Sr. D. Camilo José Cela
Palma de Mallorca
Mi querido
amigo:
No se imagina cuánto le
agradezco la cordialidad de su carta. Viene a confirmar el hecho que yo sentía
también dentro de mí: que somos ya viejos amigos desde hace mucho tiempo. En
esa disposición de ánimo, y con esa
alegría, vuelvo a escribirle hoy.
Lo
primero que quiero decirle es que ha cometido usted una imprudencia al preguntarme
qué quiero que me envie de sus cosas, pues mi respuesta no podía ser otra que
ésta: mándeme todo lo que tenga disponible. Tener sus libros dedicados es para
mí algo que estimo mucho. Pero diríjame el
paquete a mi nombre, Bryn Mawr College, Bryn Mawr, Pa., USA, pues aunque todos
los fines de semana vuelvo a mi casa de Nueva York, prefiero que los paquetes
(no las cartas) vayan allí, en evitación de que el cartero los devuelva, por no
caber en mi buzón. Es una molestia, ya lo sé, tener en cuenta dos direcciones,
una para cartas y otra para paquetes, pero…
Yo no sé qué libros míos podrán interesarle a
usted. De aquí en adelante le remitiré cuanto publique, y si quiere alguna cosa
anterior que no conozca, me lo dice, y se la haré llegar. En el libro que le he
enviado verá usted que el problema de la incomunicación que padecemos me
resulta doloroso, y constituye hace tiempo una de mis preocupaciones. Creo que
no sin motivo. En estos dias, precisamente, me pasa Molina la carta que adjunto, porque es curiosa. Imagínese que hace ya dos años la censura, siempre
imprevisible, autorizó la venta de Muertes
de perro en España. El verano pasado, que yo estuve en Madrid y en
Barcelona, vi que no se había distribuido el libro. Todo sigue igual ¿Por qué?
Vaya usted a saber; por pura negligencia del editor y sus distribuidores. Tanto, que en vista de ello,
y estando autorizado el libro, estoy pensando en la conveniencia de intentar
una edición ahí. Supongo que la Sudamericana, en vista de como están las cosas, no pondrá objeción,
tanto más que la primera debe de estar casi agotada. ¿Qué me aconseja usted?
¿Quién cree usted que podría interesarse en publicar el libro? Dígame su
opinión y deme su consejo, pues como comprenderá uno escribe también y principalmente
para la Península,
y es una triste gracia que una vez pasada la barrera oficial de la censura los
libros de uno sean inaccesibles para los lectores españoles, pocos o muchos,
que quieran comprarlos. Y perdóneme que lo moleste, como colega, con este tipo
de cuestiones. Ahora terminé otra novela, del mismo porte de Muertes de perro y relacionada con ella,
a la que he titulado La gran vidorra,
y estoy perplejo, pues no sé si ofrecérsela a alguna editorial española
(quizás, en caso, a la misma que pudiera publicar ahí la primera) o qué hacer.
El
alumno que hace su tesis sobre la obra de usted es un rumano, ya hombre mayor,
a quien usted ha recibido, y que escribió un articulo ya en la revista Hispania. Quizás usted lo recuerde.
Todavía no tiene el trabajo lo bastante avanzado para poderle dar a usted copia
de lo hecho. Y me temo que no va a hacer cosa extraordinaria, porque, aun siendo
hombre trabajador, me parece que tiene poca chispa. De todas maneras, cuando lo
vea al reanudarse las clases en el mes próximo veremos a ver lo que ha hecho
durante el verano, y procuraré informarle a usted de cómo va el trabajo.
Para
los Papeles de Son Armadans le envio a usted con esta carta dos
originales, que son las últimas cosas de ese tipo que he escrito. Si quiere,
puede publicarlos juntos, bajo el título común de Cuentos de amor; y si no, elija el que prefiera, y me devuelve el
otro para darlo en otra parte… donde cosas así puedan publicarse, que no será
por cierto en La Nación de Buenos
Aires.
Basta
de lata. Reciba un gran abrazo de su amigo
Francisco Ayala.-
Francisco Ayala
54 W., 16th Street
New York 11, N.Y.