Carta de Francisco Ayala a Vicente Llorens (12/10/1958)
12 de octubre de 1958.
Querido Vicente: No dirás que tardo
en contestarte. Pero tanta diligencia tiene esta vez un motivo interesado. Me
preguntas qué hay de J. Hopkins. El mismo dia que recibí tu carta, me llegó
otra del chairman, Nathan Edelman, preguntándome si estaría interesado, para,
en caso, entablar conversaciones. Ayer, cambiando impresiones con Ferrater, que
ha intervenido en el asunto, conjeturábamos si tú habrias pedido a Singleton
que me recomendara. Suponemos que sí, y que eso, junto con la sugestión hecha
por Willis, está en el origen de la invitación de principio; pero si no lo hubieras
hecho, sería muy util que enseguida le escribieras, ya que Edelman, sin duda,
lo aprecia mucho. (En efecto, menciona en su carta, por cierto muy atenta, la
labor que Singleton está haciendo; y esa alusión me hace suponer que habrá
intervenido a favor mio).
En Rutgers me tratan bien, y estoy
contento; cualquier queja sería injusta. Lo único que no pudo resolverse a
satisfacción fué la cuestión de vivienda; de modo que hemos tomado un
departamento en Manhattan (apunta: 54 W., 16th St., apt. 4F), y yo voy tres
veces a la semana a dar las clases.
Tienes razón, que no importa lo que
alargue tu trabajo el nuevo material descubierto. Al contrario, tanto mejor,
puesto que ese material te permitirá “contruir” la figura de Blanco en un modo
cabal. Esa figura, tal como tú la presentes, va a ser muy reveladora del famoso
enigma español que a todos nos tiene chingados.
Me alegro de que te dispongas a la
experiencia agridulce de revisitar los lugares de la ay ya fugaz, si no fugada,
juventud. Recuperarás con el sentimiento lo que de ella te quede, y con los
ojos lo que quede de las viejas ciudades. Verás –espero– que es más, en ambos
casos, de lo que uno pensaba. Lo digo, porque yo he tenido experiencias
análogas, y sólo me falta la que más temo, y deseo: volver a Granada, donde
nací, pero donde no he estado desde que tenía 16 años.
No puedes imaginarte cuanto me ha
agradado el saber que leiste mi novela, y que te ha parecido bien. La
aprobación de los pocos amigos cuyo juicio importa es, hoy por hoy, el único
gaje del trabajo literario. Muchas gracias por lo que me dices.
Puesto que vas a andar con Clavería,
no dejes de darle mis saludos afectuosos.
Recíbelos tú de Nina, y un abrazo de
tu amigo
Ayala.-