Carta de Luis A. Arocena a Francisco Ayala (15/12/1992)
Austin, 15 de diciembre de 1992.
Don Francisco Ayala
Marqués de Cubas 6
Madrid. España.
Mi querido amigo:
Téngame por verdaderamente avergonzado. Mi deuda como
corresponsal con Vd. monta tanto como la externa de este país. Recibí dos
cordialísimas notas suyas, supe por la TV cómo mereció un afamado premio
literario, por amigos comunes vine a saber también que estando en New York pasó
por un serio problema de salud. Y a todo esto, mis cartas a que la amistad
obligaba brillando por su ausencia. Perdóneme Ayala y créame que no es por
desatención o falta de cordiales y fieles afectos que he incurrido en la vergüenza
de que me acuso. Puesto a juicio podría intentar alguna defensa.
Como Vd. sabe, hace más de un año que estoy sometido a
las imposiciones de un indeclinable cáncer hepático. A esta altura del proceso
ellas me tienen ya convertido en la sombra de un sueño. Y no los por los
efectos físicos. Lo que más me aflige es la pérdida de la memoria, el eclipse
de la voluntad y la mengua del entendimiento, para figurarme en términos de
psicología escolástica. No imagina Vd., querido Ayala, hasta qué punto se me
han aflojado los resortes voluntariosos. Las más modestas de las decisiones
domésticas me cuestan tomarlas Dios y su ayuda. Apenas me quedan señales del
mundo como reprentación... [sic]
Le hago este desagradable recuento [sic] calamidades para que Vd. lo acepte como
excusa, perdone mi agrafia y continúe dispensándome los beneficios de sus
amistosos recuerdos. Como no he perdido todavía el hábito por la lectura,
aprovecho mis largas estancias en la cama para darme ese gusto a pasto. Si le
digo que he releído sus obras completas, los artículos y ensayos publicados
posteriormente y los tomos de sus memorias, imaginará Vd. qué cerca he estado
de su mundo y de sus cosas. ¡Cuánto hemos “convivido” y compartido en el curso
de los años! ¡Y cuánto también se nos ha ido desvaneciendo poco a poco! No sé
explicarme; pero me causa a la vez tristeza y emoción placentera esta
revivencia fragmentaria y pasajera del pasado. Qué bueno lo de Machado ¿no?: “Y
ha de morir conmigo el mundo mago...”
Amalia me encarga muy especialmente que lo salude de su
parte. Lo hago bien a gusto porque sé cuánta cordialidad pone en ello su
antigua vecina de Cerebrópolis.
Y Vd. querido Ayala, reciba un gran abrazo –que si ya
no puede ser muy fuerte es por menos prolongado y cariñoso– de su cuate borincano.
Luis A. Arocena