Carta de Francisco Ayala a Ricardo Gullón (16/02/1966)
16 de febrero de 1966
Querido Ricardo:
Durante el tiempo que estaba yo en Madrid llegó aquí una
carta de Javier que tengo por contestar; pero como deseo también darte noticias
de mi viaje a España, y el contenido de lo que tendría que contarle a Javier es
el mismo, te ruego que se lo comuniques de mi parte, y que se dé por contestado
de este modo.
Bueno, regresé el dia 25, y el 27 caí con una gripe y
calenturón de órdago, que me ha tenido en cama por más de dos semanas, y ahora,
acostumbrado a la dulce holganza, no termino de entrar en vereda. La
perspectiva de ser sexagenario muy pronto (y para colmo, abuelo), aunque de
esto último tú ya eres veterano, bien que ‘joven abuelo’, no deja quizás de
echarme atrás.
Los dias que pasé en Madrid fueron, en cuanto al tiempo, lluviosos,
templados, y agradables en cuanto los amigos, y en primer lugar el matrimonio
Enjuto, derramaron sobre mí el bálsamo de su cordialidad. Por supuesto, que con
todos ellos el nombre de Ricardo Gullón era de recurrencia infalible en todas
las conversaciones. Desde el punto de vista práctico, creo que todo lo que me
proponía con el viaje quedó logrado, pues Aguilar (es decir, Tirso Echeandía)
está dispuesto y bien dispuesto a publicar mis obras más o menos completas, al
parecer en tres volúmenes, y además de eso conseguí que Taurus me pagara unas
pesetejas que me debía, y que declarara en efecto agotado el volúmen de Experiencia e invención, que,
refaccionado, publicará ahora Gredos; corregí un tomito con cuatro noveletas
mias que aparecerá en las Ediciones Anaya y que, como ves, está en pruebas ya; la
Revista de Occidente va a publicar alguna de mis novelas, quizás La cabeza del cordero, en una serie de paperback que prepara, y Alfaguara hará
una edición más decente de El rapto.
Puedes ver que no he perdido el tiempo, aunque no bien desaparece uno de allí
todo cae en el consabido marasmo.
Políticamente encontré la atmósfera bastante cargada. Todo
el mundo tiene la sensación de una inminencia, y nadie sabe a punto fijo cómo
van a evolucionar las cosas, pero la expectativa es general, y un tanto
angustiosa. Veremos, dijo el ciego.
En Madrid estuve con Aranguren antes de su salida hacia
Puerto Rico. Luego nos encontramos aquí, y él tuvo que hacerme visitas de
enfermo (el enfermo, claro está, yo), sin que me fuera posible asistir a las
conferencias que le había organizado. Ya ha seguido su viaje, y envidio el
tiempo que pasareis ahí juntos, pues con tanto ilustre visitante y permanente
ese Austin va a parecer una sucursal de Atenas. Ojalá pudiera yo también
asomarme por ahí.
Ya habrás visto cómo van las cosas de la UPR. iEs fantástico
todo!
Nada más por hoy. Sírva esta carta de estímulo para que me
escribais vosotros, y contestaré, ¡vive Dios!, contestaré larga y puntualmente.
Saludos y un gran abrazo de
Ayala.-